miércoles, 2 de febrero de 2011

CAPÍTULO I

Un amor de verano que empezó en invierno, o quizás en primavera. Un viaje rutinario de una niña. Una nueva pandilla en la que estaba el. Dos desconocidos y un encuentro inesperado en lo que la joven llamaba "mi paraíso".  Dos adolescentes. Miradas con un significado que descubrirían con el paso tiempo. Timidez. Miles de conversaciones a distancia. Meses desde el primer encuentro hasta el segundo. Ninguno de los dos lo dijo, pero estaban deseando verse. Uno que espabila y otra que escucha sus batallas. Música alta y alcohol. Un encuentro inocente. Varios intentos para volver a verse, todos ellos fallidos.

Lo habían olvidado, o es creían. En el momento menos esperado se la encuentra. No la reconoce, pero hay algo que le recuerda a la niña del verano pasado. Es su mirada, esos ojos son los suyos. Ni un saludo, ni un simple ¡Hola! El recuerdo de esa noche cálida vuelve a su cabeza. Intento de evasión. 
 
La historia se repite. Las mismas fechas, los mismos sucesos. Sólo 365 días de diferencia y una dosis extra de picardía. El lugar, impensable. El cómo, un momento de distracción. No se cortaron un pelo. Hicieron lo que les apeteció y cuando quisieron. Nada más allá de besos desenfrenados. Suficientes cómo para que la imagen permaniciese en su cabeza mucho tiempo.

Casi se había convertido en costumbre. Con los meses más calurosos del año la temida situación. Al principio ni uno ni otro se resisten. Pero las visitas se multiplican y eso no puede ser lo único productivo que se saque de todas ellas. Disfrutar con otra gente también parece un buen plan. Un plan que no gusta a todos. Y en la última visita se quedan con un mal sabor de boca.

 
Lo inevitable acaba sucediendo. Juntos maquinan algo. Dejarse llevar. Improvisar. Y eso es lo que hacen. Una película para ocultar lo que querían que pasase. Una cena. Una noche juntos. Y la mejor de las despedidas.

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