miércoles, 4 de enero de 2012

3, 2, 1...

Tenía que volver a ser la 'femme fatale' de antes. Ojalá pudiese hacerlo con solo chasquear los dedos. 
Los labios rojos dejaron de ser carnosos, nadie ansiaba besarlos. Los ojos azabache perdieron su brillo, ya no conseguían hipnotizar. No se fijaban cuando se paseaba por la calles, menear las caderas tampoco funcionaba. Mar de lágrimas. Y después, un whisky con hielo, fiel compañero.
Se miró al espejo. Se soltó la melena. Lencería de encaje. Recuperó el carmín y alargó sus pestañas. Se enfundó los pantalones más ceñidos de su armario. Blusa transparente y cazadora de cuero. Solo faltaban unos tacones altos y un bolso de mano.
Otra vez, el cuerpo más deseado. Tuvo compañía todas las noches de aquel frío invierno. Se hizo un hueco en la mente de miles de hombres. Enamoró a jóvenes, solteros, altos, casados y maduritos. Deshacía la cama una y otra vez, se revolvía entre las sábanas y las empapaba de sudor. Igual de empapado se quedaba su cuerpo después de fundirse con el de aquel músico, la barba le hacía parecer interesante. Los gemidos eran contantes, casi se habían convertido en la banda sonora de su día a día.  Arañó espaldas, mordió cuellos. Puso contra la pared a más de uno, literalmente. Y todos cayeron rendidos a sus pies. Volvía a ser ella.

Un hombre sexy conquistó a la conquistadora, y la conquistadora fue conquistada. Luego, decidió llevarse su esencia en un frasco de cristal, y le dejó su personulidad.

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