lunes, 28 de marzo de 2011

UN DOMINGO CUALQUIERA

Levantarse a la hora que quieras. Desayunar café y tostadas con mermelada. Fuera preocupaciones, no importa cuantas calorías tenga ese manjar. Una larga ducha para comenzar bien el día. Hago la cama. Acomodo mis cojines. Leo. Disfruto con el olor de la comida asomando por la puerta de la cocina. Me acurruco en el sofá, puede que una siesta ocupe mi tarde. Peli de dibujos. Toma, para tú...PUPETE. Gominolas y palomitas. Y sin darme cuenta, ya es hora de cenar. Ensalda, fresas con yogur. Y a la cama.
Entonces, llegas tú y lo estropeas todo. rectifico, no lo estropeas lo haces más complicado. Lo que parecía ser un día sin preocupaciones ha cambiado por completo en un par de minutos. Y todo esto para decir una frase sin sentido. Una frase que no lleva a ningún lado. Para dejarme intrigada toda la noche. Y cuando puedo hacer que esa intriga desaparezca, vuelves a hacer lo mismo. Y entonces me preocupo. ¿Te has convertido en una obsesión? ¿Esa obsesión que yo quería ser? No lo creo. No lo quiero creer. Tengo a certeza de que no eres mi problema. En realidad nunca lo has sido. Puede que me gusten las cosas complicadas. 

Se estropea el wifi. Intento reanimarlo. Dejo a N. sin mi compañía, y sin aviso previo. Me acuesto. Y duermo tranquila.

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