domingo, 20 de marzo de 2011

27

Cuento los días que faltan para volver a ese pequeño trocito de tierra. Visto desde arriba sería verde, visto por mi es de color azul. Me encanta evadirme en ese pequeño paraíso gobernado por su microclima. Me encanta que llueva cuando a dos pasos hace sol. Y que haga sol cuando el resto del mundo luce bufanda y gorrito de lana. Ya es costumbre pasearme por allí durante los fríos días de invierno y los calurosos de verano. Y sin pensarlo dos veces me escaparía cuando el estrés de la gran ciudad se apoderase de mi. Adoro ese pequeño escondrijo donde desaparecen todos mis problemas, aunque a veces aparezcan otros nuevos.
La niña oculta tras una adolescente no duda en mostrarse como tal en la tierra prometida. Sabe que allí tiene una cómplice. Peleas de harina. Experimentos culinarios. Interminables sesiones fotográficas. Paseos en coche a ninguna parte. Reflexiones matutinas.  Confesiones nocturnas. Música motivadora. Carreras por calles empedradas, eso es lo que les espera cuando termine la cuenta atrás.

Testigo de enfados y reconciliaciones. De historias inolvidables. De momentos que ya se han olvidado. De sucesos únicos. De cuentos de princesas con final feliz. De reuniones familiares. De risas, de lloros, de besos, de abrazos, de gritos, de reproches, de conciertos a altas horas de la madrugada.

Visitar ese paraíso ya no es un deseo. Se ha convertido en una necesidad, porque A. allí se siente bien. Desde allí se hacen escapadas a otras partes. Y el tiempo parece pararse. También corre muy rápido, más que en cualquier otro sitio. Ahora esa necesidad ocupa su mente, casi no hay sitio para otros pensamientos. Aunque solo sea por esta vez, QUE EL TIEMPO VUELE.



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