jueves, 17 de marzo de 2011

DULCE OSO AMOROSO

Era un sábado aparentemente normal. Cuatro chicas se juntan para pasar una buena noche. Música, pizza, ensalada de atún y 'mocho'. Un contrato con las condiciones necesarias para que sea una reunión inolvidable. A. conoce a dos de ellas muy bien. Una es su mejor amiga. Con otra se ha enfadado, se ha peleado y se ha reconciliado. A la tercera, a ella se la han presentado no hace mucho. Han hablado estos útimos días, pero ahora no saben que decirse.  Cenan y charlan sobre chicos. Se peinan y maquillan mientras beben. El alcohol empieza a fluir por su venas. Empieza la noche. No se separan ni un minuto,. Se ría, se lo pasan bien. Corren bajo la lluvia de pub en pub. Esconden botellas  en contenedores. Negocian con porteros. Cruzan pasos de peatones con el semáforo en rojo. Y A. se da cuenta de una cosa. No importa cuanto hace que conozcas a alguien, ni tampoco las experiencias que hayas vivido con ella. Si en una noche te hace sentir genial, todo va bien. Si algún día hubo diferencias con L., se han olvidado. Y si antes no ha habido tiempo para conocer a N., ahora lo hay. De mi mejor amiga, ya no hace falta que hable. Un montón de nuevos recuerdos que no se perderán en el olvido.

A pesar de la genialidad de quella borrachera, hay algo que no dejó dormir  a A. aquella noche. Una pesadilla que últimamente se repite. Algo relacionado con la amistad, algo que la hace reflaxionar esto últimos días. Puede que no sea justa con su amiga, ni tampoco objetiva. Puede que el comportamiento de ninguna de las dos sea el correcto. Pero ve las fotos de momentos que también había calificado como inolvidables e inevitablemente las lagrimas se deslizan por sus mejillas. Siente que la han abandonado. Ha llegado alguien nuevo; alguien que le dice a sus amiga lo que quiere oir, que actúa y piensa como ella. Ahí está el problema y parece no querer verlo. Desde ese momento los argumentos de A. han dejado de tener validez para empezar a dar credibilidad a los de esta nueva desconocida. Eso no le gusta, la pone más triste. Y cuando intenta decirselo lo único que obtiene es una discusión. Estos días ni abrazar con fuerza a su peluche le deja disfrutar del sueño. 


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